por fin llega la hora, irrupción de la cotidianeidad. la chirimía empieza a armonizar el ambiente con sus liricas de folklor e identidad, llamando la atención de personas desprevenidas, las señoras empiezan a danzar al ritmo de la música armonizándose con la chirimía, los malabaristas llenan de color el cielo con sus golos ardientes, clavas y swings, es una comparsa carnavalesca, mientras me pongo el antifaz y reparto los volantes, la gente está a la expectativa, dejando lo que estaban haciendo para centrarse en este llamativo momento. Es un asunto jocoso los dos personajes que llevan jeringas gigantes, vacunando contra el machismo y el maltrato, a los vacunados se les reparten unas paletas, que no se consumen con la boca sino con la mente, pues tienen mensajes como: “PARE LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER”.
Tapamos las calles, pues en este momento dejan de ser de las motos y los carros para ser del carnaval. Mientras algunos conductores esperan. Ojos saltarines y curiosos tratan de ver que es lo que pasa, porque tanto color, ritmo, algarabía: es el carnaval, carnaval que te sorprende y te dice lo que pasa.
Llega el momento de más tensión, el plantón en las discotecas, hay un pequeño caos vehicular, se amontonan motos, taxis y buses. Llega un camión de la policía, desafiantes le decimos que dé la vuelta, que no hay paso… se va. Ponen más problema los de las motos, pero les toca aguantarse, es un plantón, que dejen de alegar y vean lo que está pasando. Llega la persona encargada de traer a la personería de Medellín (derechos humanos por si algo), esta alegre, empieza a bailar y a saludar enérgicamente a cada persona, no se le pregunta por personería, esta borracha, estamos en medio de la acción y hay que seguir. Terminado el plantón con el mensaje de un clown que dice: ¡los hombres también lavamos… y estregamos! Seguimos caminando al compás de la percusión y los vientos...
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