El pobre viejecito
Érase un presidentico
sin nadita que temer,
sino chuzadas, desaparecidos,
corrupción y carrusel.
Insultaba periodistas,
calumniaba por doquier
y el pobre no encontraba
más maneras de joder.
Y este hombrecito no tenía
ni un ranchito en qué vivir
nada más un latifundio
con su huerta y su jardín.
Nadie, nadie lo cuidaba
sino el DAS y la UIAF
ya que ministros y asesores
lo solían engañar.
Nunca tuvo en qué sentarse
sino sillas de montar
con sombrero y pocillito
de tintico al cabalgar.
Nunca tuvo culpa grande
ni declaraciones que ocultar,
aparte de las cuentas
de su entorno familiar.
Y este pobre hombrecito
cada año, hasta su fin,
controlaba casi todo,
como no pa’ delinquir.
Y al mirarse en el espejo
lo espantaba siempre allí
una vieja de gran toga,
con iniciales CPI.
Y este pobre hombrecito
no tenía que desmentir
sino escándalos de muertes
y desplazados mil y mil.
Y a no ser por sus muchachos,
Tom y Jerry, gran delfín,
solitico por el Twitter
anduviera el infeliz.
Apetito nunca tuvo,
enseñado a trabajar,
si no gozó salud completa
fue por culpa de “LAFAR”.
Se jubiló de malas pulgas,
en una casa policial,
y jamás volvió a quejarse
pues tenía seguridá.
Y este pobre hombrecito
al partir no dejó más
que expedientes y demandas,
y desprestigio orbital.
Vaya en paz, y Dios permita
que logremos comprobar
la inocencia de este pobre
sin vivir así de mal.
El Nuevo Siglo, mayo 26 de 2011.
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