Medellín, una ciudad de contrastes con realidades
que pueden rayar en lo cotidiano, como el desempleado, el ventero informal, el desconectado de los servicios públicos, el drogadicto,
quienes se dan lugar en las calles frías
y polvorientas de una ciudad para el disfrute de visitantes nacionales y
extranjeros.
Estas realidades que muchos, incluyendo las
administraciones municipales se niegan a
creer que existen, se viven y se sienten en la piel de los que caminan y cabalgan en la construcción de eso nuevos sueños,
de esas nuevas realidades, las cuales se materializan en los muros grises,
corroídos por la lluvia, que lava día tras otro las dolencias de muchos y muchas peones y peonas, producto de un sistema político social y por supuesto hegemónico.
Muros que dejan su característico color grisáceo
para pintarse de muchas formas y colores, para oxigenar con otras posibilidades, con
otros mundos, la cotidiana realidad de
una ciudad como la que habitamos.”Hay un lenguaje coherente que nos ayuda a
comprender la sociedad[1]”.
Realidades que se visibilizan en algunos
muros de una ciudad opulenta e
indiferente, muros entre los barrios
populares donde a través de esta apuesta artística y simbólica, se
crean nuevas formas para los
sectores populares, renombrarse, reconocerse, crear nuevos discursos y Lenguajes.
Discursos que
irrumpen en lo cotidiano de la vida de
los y las habitantes de los barrios populares, en los transeúntes
pasajeros de una ciudad donde sus vidas
están siendo aceleradas por un modo de
producción alienante.
El detenerse a leer, a observar, a descifrar, algo
plasmado, a construir o de construir nuevos imaginarios sociales, entendiendo que este se forma mediante el lenguaje (la forma de hacer alusión a las cosas) y la
retórica (la connotación simbólica atribuida a las palabras, las imágenes y las
cosas). En lugares (para el caso de los barrios populares) donde antes
se acribillaban sueños de jóvenes, al
acento de los tableteo de armas, las
cuales eran empuñadas por jóvenes
victimarios al servicio del narcotráfico o por
agentes estatales.
Lugares donde solo se encontraban jóvenes al ritmo de algún sonido
caribeño como una cota de cotidianidad,
hoy se pueden ver esos jóvenes plasmando
nuevos discursos y prácticas en esos
muros al ritmo de sueños de una nueva
sociedad.
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